Citando a... Julieta Campos

¡Hola a todo el mundo! ¿Cómo están? Espero que de maravilla. Por mi parte, me encuentro mejor de lo que esperaba. Aunque desde la última entrada he sufrido un par de decepciones, además de acontecimientos que me han dejado algo 'indiferente', me siento de la mejor manera en que podría sentirme. Para empezar es una pena que México haya perdido contra Brasil en el mundial (aunque no digo que haya sido injusto, Brasil tuvo merecida la victoria), pero de todas formas uno espera lo mejor del equipo que apoya y se termina desanimando si no finaliza como uno hubiese querido. Aunque ya deberíamos estar acostumbrados. Además de eso, cosas personales que han terminado por dejarme muy tristona. Pero bueno, no vine a pasarles mi mal humor. 

Con las lecturas voy bien, ya termine mi primer lectura de Julio y el mes apenas empieza. Ahora estoy leyendo La casa de hades, el cuarto libro de la saga Los heroes del Olimpo. Además de que empece, al fin, una serie en Netflix llamada Reign que me han recomendado. Y uf, tengo unas ganas tremendas de vacacionar, pero creo que este año no se me va a hacer el deseo. En fin, ya sin más charlas, empecemos:

Citando A es una sección del blog donde, como su nombre lo indica, hago citas textuales de algún autor por alguna de mis lecturas más recientes. Esta vez le toca a Julieta Campos, autora cubano-mexicana nacida el 8 de mayo de 1932 en La Habana, a quien me ha tocado leer con Muerte por Agua, libro que aunque en principio me ha confundido un poco, al final me ha dejado con una sensación intensa por conocer más profundamente de la historia. Para empezar quiero agregar que la escritora en un momento dado vino a México, quedando en ella una sensación de nostalgia a su lugar de origen. Además de que vivió los años en que tuvo lugar la revolución cubana, que representaba cierta esperanza en los ciudadanos, como todas las revoluciones y guerras que se libraron en los siglos pasados. En esta obra es muy palpable esa añoranza y esos recuerdos en cada uno de los personajes, aprisionados en una casa con sus reflexiones debido al agua torrencial de la lluvia.

Titulo: Muerte por Agua

Titulo Original: Muerte por Agua

Autor: Julieta Campos

Saga: No. Autoconclusiva.

Editorial: Fondo de Cultura Económica 

No. de páginas: 142

Sinopsis: Varios novelistas (...) tendieron entonces a componer novelas en las que se hiciera a un lado o se limitara al máximo categorías establecidas como trama, diálogo, interés humano. Se pretendía sobre todo, eliminar lo que se consideró una falacia patética de toda obra de ficción: que el universo, indiferente al hombre, es capaz de reflejar emociones humanas. Su futuro fue denominado nouveau roman y, también, antinovela. Para los seguidores de esta corriente el personaje pasa a segundo plano y la conciencia se disuelve en percepción pura. 

Transcurre el 15 de octubre de 1949 y Laura, Eloísa y Andrés, personajes de la novela, desarrollan rutinas diarias: asean la casa, duermen, juegan brisca, cosen, limpian una mancha de café en un mantel traído de París; escuchan el goteo de una llave y la lluvia constante. Su tema principal de discusión es el tiempo: "Siempre lo mismo en el desayuno. El tiempo. Hablar del tiempo. Por no hablar de nada. Por decir algo (...) -Es el tiempo. Resulta desesperante (...) Todo es por el tiempo"

Julieta Campos es una novelista, cuentista, ensayista, dramaturga y cronista de viaje nacida en La Habana, Cuba el 08 de mayo de 1932 y muerta en la Ciudad de México el 05 de septiembre del 2007, por cáncer. En 1955 se doctora en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Ese mismo año se traslada a México junto con el diplomático Enrique González Pedrero, con quien contrae matrimonio y tiene un hijo, el escritor Emiliano González. La autora ya en México mantenía una nostalgia muy fuerte hacia su lugar de origen parte isleña parte mexicana. Y en varias explicaciones de esta obra se le ha relacionado con la cultura griega: Muerte por Agua, se le asignó el mito de Teseo en uno de estos analisis. Al final, nos encontramos con una pluma mágica que nos mueve de aquí para allá y que, quizá, no es para todo lector. 

Uno puede llenarse la vida de ceremonias y eso simplifica las cosas. Como esa idea de llenar el cuarto vacío de recuerdos, de talismanes, de fotografías de toda la familia. De cosas que ya ni nos acordábamos (...) Todo tiene remedio. Siempre. Hasta cuando ya parece que no hay nada que hacer.

P. 13

Yo sé, tu sabes, él sabe, nosotros sabemos. Y yo diciéndote estas cosas. Yo prestándome ¿A dónde vamos a parar? Yo te digo, tú me dices, él nos dice y no nos decimos nada, Dios mío, no nos decimos nada. 

P. 20

Cuando me miras así parece que te dan ganas de saber cómo te veo, de verte igual que yo te veo. 

P. 21

Aunque me conmueve lo que haces. Tu manera de intentarlo. De querer llenarlo todo antes de irte. Toda la mañana que voy a quedarme sola o todo el día. Con esos gestos un poco exagerados y todo lo que me dices para que se quede flotando. Si pudiera explicarte. Tengo bastante. Me basta con todo lo que tengo que hacer.

P. 25

Pequeños insectos ávidos de devorar, de socavar subrepticiamente el orden de su mundo, de enseñorearse de la casa, de irla desmoronando, vaciando, reduciendo a su propio esqueleto, al cascarón de la corteza de las paredes, de los marcos de las puertas. Es tan fácil verlo. Verlo como el espectro de uno mismo en una radiografía (...) el milagro de una construcción sostenida sobre el vacío, minada por esa inundación soplada de otra vida que podría llegar a alimentarse de la suya.

P. 40

Sólo los niños tienen algo fijo, intemporal, en la mirada. Los hombres, las mujeres, no miran de frente. Laura los recuerda a todos semejantes, como si los ojos fueran los mismos, la expresión idéntica, un poco triste y ambigua, como si al momento de posar hubieran sentido que los despojaban de algo, que se desprendían de un año de vida o un fragmento de alma (...) para ser descubierto un día previsto pero imposible de imaginar para ellos, en un álbum, por los ojos de algún nieto o biznieto, inocentes hasta ese momento, percibiend por primera vez algo impalpable, desconocido, misterioso, un aura flotante, el presentimiento averginzado de la muerte. 

P. 46

Le basta un pequeño esfuerzo (...) para provocar insensiblemente el deslizamiento, el salto, la transición, la condensación de esas imágenes en una sola, intensa felicidad. Es a la vez el tiempo puro, todos los tiempos reunidos, sin ningún pasado, sin ningún futuro, y la inutilidad del tiempo, un tiempo fuera del tiempo, sin necesidad de nombres ni de números, donde no hacen falta horas, ni días, ni semanas, ni meses, ni años, ni las hojas de los almaquenes que se desprenden para solidificar algo, para materializar esa cosa impalpable, a la vez resbaladiza y encadenada por la repetición invariable de los días, las noches, las estaciones. 

P. 49, 50

Están en el espacio de la arena que el mar cubre y vuelve a dejar al descubierto, que no es del todo mar ni del todo tierra, sino una transición, un pedazo ambiguo de playa que nunca deja de ser las dos cosas a la vez. En un sitio así de indefinido están las dos.

P. 65

En ese silencio de los cuartos apagados, del pasillo oscuro, de la casa de abajo sin gente, del balcón cerrado, parece que el ruido de la lluvia no es tanto eso como el sonido del silencio, de las luces apagadas, de los lugares vacíos.

P. 71

Y jugando así, sin apostar. Sin que haya siquiera ese interés. Arriesga un mucho más, no se por qué. ¿No te parece?

P. 79

-Ya ve, ya ve. Y eso que hacía tanto tiempo. Pero sabía que era cuestión de volver a... Se le duerme a uno la memoria pero también se despierta sola, cuando hace falta. 

P. 83

Celebrar que sean ellos los que vayan ganando, perder no con intención pero sí por un descuido voluntario, por fijarse demasiado y entregarse así, con cierto gusto voluptuoso, a la casualidad absoluta. 

P. 86

Le sopla ligeramente el cuello, y la abraza riéndose, obligándola con una presión firme a acompañarlo a la mesa.

P. 90

¿Sueño? Ella no tiene sueño. Siempre que se trata de dormir le parece que todavía no es hora, que es una lástima irse a dormir cuando se puede estar despierto un rato más. Siente que hay algo pendiente que puede ocurrir todavía, como si al decir alguien que ya es hora de acostarse se juntara de súbito todo lo que no pasó pero pudo pasar en el día y se volviera no sólo posible sino inminente. Acostarse antes es desperdiciar ese día posible para quedarse solo con el día real, que ya fue y no ofrece ninguna sorpresa.

P. 90, 91

No va a decirles que es bueno poder irse a dormir con eso en común, sabiendo que la lluvia es lo mejor para interiorizar una solidaridad o algo semejante. ¡Pero es tan evidente! Y tampoco hay que exagerar. No hay que tomarse más tiempo del necesario. Ni dejar que las situaciones se deterioren y se deshagan en las manos. No hay que esperar a ver cómo se mueren para ponerse luego a contemplar los restos congelados de algo que todavía apenas un minuto antes era cálido y viviente.

P. 94

Nada más se le ocurrió eso de la luz para tener alguna razón, una razón hace falta siempre, para levantarse. 

P. 103

El desgaste es el mismo. Todo está igualmente deteriorado, igualmente inerte hoy por la mañana. Y todo, con la misma obstinación, pretende persistir y aferrarlas a un fardo vacío, de cosas vacías ¿no es así la memoria?

P. 109

En realidad, si uno se pone a pensar, hay muchas cosas que pueden ocurrir mientras que casi siempre se supone que sólo pasan unas cuantas cosas, siempre las mismas cosas.

P. 112

Mientras que ahora, de este lado de la mañana, se le puede ocurrir cualquier cosa, que su vida esto o su vida aquello, o que siempre ha habido ofrendas y siempre habrá amor, de alguna manera, en alguna parte, y cosas duras e impenetrables que se podrán oponer a las pérdidas, los deteriororos, las ruinas, que siempre habrá también en todas partes.

P. 119

Todos los restos y nada de tantos años, nada de tantas paredes, nada de tantos muebles habrá sido todavía, y nada más que él y ella, él con veinte años, ella con veinte años, dejandose mojar, dejando que los moje la lluvia que cae con gotas muy gruesas, corriendo a refugiarse debajo de un portal, debajo de esa lámpara de rombos verdes y rombos ámbar.

P. 129

...Algunas veces me ponía a oír con curiosidad como me latía el corazón. Pero entonces no parecía mi corazón ni parecía que esos latidos fueran míos.

P. 137

Eso es todo por la entrada de hoy. ¿Habían leído este libro? ¿Saben de la autora? ¿Les ha llamado la atención o quizá luego? ¿Cuál fue su cita favorita? ¡dejenme sus respuestas en los comentarios!